Este ángel proclama que no hay mayor bien para un ser humano que el dar la vida a otro ser. El Gran Espíritu nos otorga el gran milagro gracias al cual podemos nacer, crecer y morir para alcanzar la conciencia del amor eterno.
Esto me hace pensar en todos esos niños que podemos ver jugando en la calle a diario y lo felices que son. Pero también me hace pensar en todos aquellos que nacen para ser desgraciados desde un principio.
La maternidad es un milagro, como nos dice el Gran Espíritu a través de su ángel, y más aún para todos los que, afortunadamente, podemos ver crecer a nuestros hijos felices, mientras les proporcionamos lo esencial, como el amor o la educación, o incluso algún capricho de vez en cuando.
Reflexionemos en cuánto dinero tiramos diariamente en cosas innecesarias y con el que podríamos cambiar las vidas de todos esos niños que pasan hambre, no tienen una casa en la que sentirse protegidos ni tienen acceso a la educación más básica, mientras se ven obligados a vivir experiencias miserables.